SURUBI Record, 37 kilos con mosca!!!
Texto: Wilmar Merino
Soporte Grafico: Revista Aire Libre
Fotos: Ariel Najle y Roberto E. Galbarini
http://www.feathersnflies.com
La pesca nos sumerge en un mundo de emociones difíciles de describir. Desde la primera mojarra que hunde la boyita y nos arranca la primera sonrisa triunfal e infantil, a los grandes trofeos que uno jamás olvidará, hazañas que nos reconfortan al pasar los años como si fuese siempre el primer día. Pero a veces esas emociones son agridulces, y nos dejan una rara mezcla de satisfacción y dolor. De este tipo de emociones en remolino, como atoradas y girando en círculos en un inmenso remanso del alma, hablan las líneas que siguen.
Ariel Najle descubrió en la adolescencia que su pasión por la pesca enco View more...SURUBI Record, 37 kilos con mosca!!!
Texto: Wilmar Merino
Soporte Grafico: Revista Aire Libre
Fotos: Ariel Najle y Roberto E. Galbarini
http://www.feathersnflies.com
La pesca nos sumerge en un mundo de emociones difíciles de describir. Desde la primera mojarra que hunde la boyita y nos arranca la primera sonrisa triunfal e infantil, a los grandes trofeos que uno jamás olvidará, hazañas que nos reconfortan al pasar los años como si fuese siempre el primer día. Pero a veces esas emociones son agridulces, y nos dejan una rara mezcla de satisfacción y dolor. De este tipo de emociones en remolino, como atoradas y girando en círculos en un inmenso remanso del alma, hablan las líneas que siguen.
Ariel Najle descubrió en la adolescencia que su pasión por la pesca encontraba su forma más acabada en la pesca con mosca. Sabía que era el camino difícil, el del aprendizaje lento y las alegrías en cuentagotas. Pero un camino con recompensas enormes una vez dominada la técnica y sabiendo atar sus propias moscas. Este febrero de 2015, a los 36, le tocó lograr la captura más grande de su vida de mosquero. Y acaso estemos hablando de un record nacional o internacional: un surubí pintado de 37 kilos y 1,59 mts, logrado con caña 8 de mosca.
Así cuenta Ariel su momento más intenso en su vida de pescador deportivo: “Combinamos con Roberto Galbarini de Feathers & Flies, trabajar parte del Paraná y el Tuyutí con dos botes a remo, mosqueando. Son botes con dos pontones, tipo cataraft individuales donde va un pescador en cada uno. Paramos en Gatomoro, cabañas de Yahapé. De allí iniciamos el derrotero de bajada por unos 500 metros del Paraná y luego pescamos el Tuyutí. En ese río el primer día Roberto sacó varios pacupeta, salmones de río o pirapitá de hasta 3 kilos y dorados chicos a medianos… El segundo día bajamos temprano con los botes desde Yahapé y apenas entramos a la boca del Tuyutí, sobre la margen izquierda, había unos carrizales y un banco de arena. Derivando, Roberto iba delante mío a 20 metros de distancia paralelos a la costa. El fue quien divisó al pez. Al principio pensó que era un tronco, hasta que vio que tenía cola de pez y gritó ¡Es un surubí, es un surubí!… pero nos pasamos de la zona. Entonces nos abrimos hacia el centro del cauce y remamos río arriba para pasarle de nuevo. Al estar en posición y querer tirarle, Roberto se le engancha la línea en el bote. `Tirale vos, tirale vos!´ me gritó. Lo intento y en el primer tiro se me pasa el cast. En el segundo corrijo y se lo pongo un metro delante de la boca… el surubí se veía perfecto, porque el agua era bien transparente y el fondo era de arena blanca. Cuando está llegando la mosca a la deriva a la boca del surubí, el bicho hace una vuelta, un `lavarropas´ y le pega un coletazo a la mosca. Ahí se quedó enganchado. Fue increíble, porque la mosca que tiré tenía un antienganche, que yo le hago con monofilamento del 100.
Me asusté… en el agua esa pirueta hizo un borbollón inmenso levantando arena y barro. Empezó la pelea, con unos nervios que no te puedo explicar. Los primeros 30 minutos estuvo cerca nuestro, peleando mano a mano, pero en un momento se quiso meter en los carrizales. Yo tenía las manos ocupadas y no podía remar... estaba a la deriva con el pez y río abajo mandaba él. El surubí se iba para la costa y Roberto remando lo espantó con el bote, cruzándolo por delante para que no se meta en los palos… al irse para adentro empezó a llevar línea… él ya me había llevado 50 metros, asi que yo tenía 50 metro de backing mas 30 metros de línea, mas o menos. En un momento en surubí empezó a nadar río arriba y a mi m tiraba la corriente rio abajo, era cuestión de minutos para que me quedara sin reserva y perdiera todo por corte de línea o estallara el equipo. Roberto me dijo `te engancho el bote y te llevo a la costa de enfrente a un banco de arena para que lo pelees ahí´. Así quedamos y Roberto me enganchó con una soga del bote y mientras yo peleaba el pez, él remaba cruzando el río al banco de arena de enfrente.
Por momentos pude recuperar línea y empezó el ida y vuelta donde el pez nadaba río arriba y llevaba línea y cuando se cansaba un poco por la remada de Roberto yo recuperaba. Llegamos al banco de arena gracias a Roberto que nos fue arriando a mí y al pez. Me pongo a pelearlo dentro del agua. Tenía 100 metros afuera mas los 30 metros de línea…. Me quedaba poco backing. Entonces vemos pasar a la gente de Gato Moro en una lancha y Roberto empezó a gritarles y les dice `vengan que Ariel tiene un surubí grande´. Ellos paran, me subo a la lancha de ellos para recuperar línea y nos acercamos al pez con la lancha, donde subimos Roberto y yo. En un momento el guía de la cabaña, Gustavo, lo quiso atraer la lancha y el bicho no movía… era peso muerto. Gustavo se metió en el banco de arena hasta el pecho para agarralo y siguiendo la línea llegó al pez y lo sacó de la cola, varándola en la orilla. Imaginate nuestra alegría… ¡¡Lo habíamos peleado una hora 8 minutos!! Le hicimos unas fotos, le desenganchamos la mosca y empezamos a tratar de reanimarlo para devolverlo”
Pero aquí viene la parte amarga de la anécdota de nuestro amigo, porque el final, pese al alegrón de la captura, no fue el esperado: “Lamentablemente el bicho no se recuperó nunca. Porque te juro que fuimos muy rápidos en la maniobra del desenganche y las fotos, pero pese a que lo oxigenamos poniéndole la cabeza a contracorriente, el pescado nunca arrancó. Estuvimos 40 minutos con Roberto intentando el reanime, aferrándonos a cada movimiento pequeño para esperanzarnos con que se recuperara… pero no. Se quedó ahí Para mi que el bicho estaba muerto ya cuando me subí a la lancha, es como que infartó después de luchar río arriba mientras Roberto remaba hacia el banco para vararlo. Fue una pena enorme, porque nunca tuvimos intención de matarlo y jamás nos pensamos que podíamos pescar algo tan grande”.
Najle mira su caña 8 de Reddington path, deja volar la mente al pasado y recorre con la mente el largo entero de esa línea Río Sinking Tip bien tensa al borde del estallo. Y acomoda una y otra vez los despojos de esa mosca de 12 cm que él mismo ató con plumas de suri blancas de Feathers & Flies, imitando un sabalito. La que perdió en batalla uno de sus ojos 3 D, pero tuerta y maltrecha, sabe que hizo historia, acaso como la mosca que pescó el surubí más grande del que se tengan noticias en fly cast. Ese que con sus 37 kilos y 1,59 mts pagó tan cara su derrota que decidió morir a entregarse. Y que aún vencido dejó en su involuntario captor una herida en el alma que no cerrará jamás: la de verlo volver a reinar en los bancos del Tuyutí.
Así fue este duelo de guerreros donde al festejo de un record le sucede el dolor del amigo perdido. Y eso pasa, únicamente, cuando el que ganó la batalla está hecho de buena madera. Y sabe que no pudo terminar la historia con el honor que merecía su magnífico rival.