Aún durante los meses de calor, pescar dorados nunca resulta fácil pero con tener al clima y al agua en su mejor momento ya son dos factores que juegan a nuestro favor, no obstante, aquellos adictos a la pesca, los que no podemos esperar a que lleguen los aires de verano y nos resistimos al frío del invierno, sabemos que pescar dorados durante esta inestable estación puede ser una experiencia tan memorable como frustrante. Podemos pasar de una semana soleada pero con agua fría en la que no tocamos un pescado a otra nublada con agua templada, que resulta ser un show de piques. Estos factores y muchos otros más son los que recaen en la conducta de los peces y por ende en la del protagonista de nuestras anécdotas paranaenses. Cuanto más estudiamos al dorado, más comprendemos que sabemos muy poco de él. Quizás su carácter impredecible es uno de los rasgos que hace tan apasionante su pesca y lo que nos impulsa a volver al río una y otra vez a tratar de resolver alguno de los enigmas que encierra.
Los que pescamos con mosca sabemos valorar a todos los peces por igual, más allá de su tamaño, como así también a sus entornos. Nos encanta adentrarnos en ese mundo fascinante y cuando lo hacemos de la grata companía de quien los conoce mejor, la excursión es un éxito.
Este viaje a Esquina no fue la excepción, los reportes de pesca en la zona se veían alentadores, con muchos piques, buena cantidad de dorados de distintos tamaños con algunas esporádicas pero exuberantes sorpresas. La luna no era la mejor pero con Martin Tagliabue considerábamos que el río estaba pasando por un buen momento, así que rápidamente nos pusimos en campaña con los preparativos, contactamos al operador a través del Directorio de Viajes de Flydreamers y aprovechando un hueco en la agenda del guía, acordamos dos días de pesca con nada más ni nada menos que Fernando "el gallego" González Vicens; guía completo si los hay, además de brindar un meticuloso servicio de primer nivel posee una experiencia envidiable que supo cosechar durante sus 25 años de trayectoria, desde ser Presidente de la Asociación de Guías Profesionales de Pesca del Parque Nacional Nahuel Huapi y Patagonia Norte, Head Fishing Guide y Director de la Operación de Pesca de Estancia Alicura Lodge a ser el Director de la Operación de Pesca y Head Fishing Guide HOOK & GOLD Outfitters, además de contribuir innumerables veces en diversos medios especializados de Argentina y el mundo. El gallego desborda de historias de todo tipo, así que si sos una persona permeable y extrovertida, la diversión y el aprendizaje están asegurados.
La primer mañana se presentó un tanto fresca y con presión alta, el termómetro del agua acusaba 15°. Rápidamente nos cruzamos al Paraná esperando encontrar otra temperatura pero ésta se mantenía inamovible. El río aún viene alto desde la última crecida. Fuimos probando en lugares clásicos sobre el Paraná, aguas abajo de Esquina, como la zona de Boya Colorada, El Tragadero y Arroyo Torrentoso, luego navegamos por El Ingacito y pescamos la boca del Malo. El primer día no tuvimos mucha acción pese a que probamos con distintas moscas y técnicas. Concluimos el día con dos dorados y algunos piques fallidos, de todos modos la pasamos genial, comida exquisita, música a bordo, un buen vino, habanos y muchas anécdotas; pequeños detalles que tambien hacen a la pesca y el gallego los emplea muy bien.
El siguiente día resultaría distinto. Estaba pesado, había mucha humedad y hacía calor, la presión cayó considerablemente y la temperatura del agua se encontraba 4° más arriba que el día anterior. Aunque el rio bajaba sucio, las condiciones cambiaron notoriamente, parecía ser un típico día doradero y al final no íbamos a estar tan errados.
Debido a la poca acción del primer día, habíamos pensado con Tincho y el gallego remontar el Corriente para ir a tantear unos reventones que se formaron con la crecida y de paso conocer algo nuevo, pero al ver como había amanecido, nuestro guía insistió en hecharle un vistazo nuevamente al Paraná. Su intuición no le falló; a poco de navegar presenciamos una cacería contra la costa que supimos aprovechar gracias al sigilo del motor eléctrico y la precisión de mi compañero. No era un pez grande, pero era dorado al fin. Al menos ya había olor a pescado en la lancha desde temprano, lo que presagiaba ser un buen día. Seguimos probando por la misma costa y un poco más abajo vimos una situación parecida a la anterior. Nos aproximamos con cautela y esta vez llegaría mi turno. Otro doradito de igual porte nos confirmaba que este día sería diferente.
Se acercaba el medio día, el sol apretaba cada vez más. Nos resguardamos en la sombra de unos arbustos para almorzar y tomar unos drink antes de encarar una larga tarde sobre el río Corriente. Comenzamos probando suerte en la zona de Puerto Colla hasta la boca del Fabio, unos lugares espectaculares que peinamos con prolijidad pero no tuvimos éxito. Por un momento pensamos con Tincho en regresar al Paraná pero el gallego, como todo buen guía, tiene un sexto sentido desarrollado para localizar a los peces, así que al ritmo de Smoke on the Water partimos río arriba y un tanto antes de llegar a paso Santa Rosa los encontramos acechando un cardumen de mojarras junto a un banco de arena. Fue algo impresionante, un show de la naturaleza digno de apreciar, ver como volaban las mojarras por el aire y los dorados saltaban por detrás. Rápidamente anclamos la North Carolina junto al arenal, alargamos el leader, cambiamos por moscas más chicas y nos aproximamos al canal donde el revuelo trancurría. Los piques no se hicieron esperar, hasta el gallego se dio el gusto de pinchar su dorado luego que tanto le insistimos, después de todo, él nos había puesto allí así que también uno se merecía, y si bien los tamaños que salieron no eran de los que generalmente suelen darse, haberlos pescado de vadeo y ante el desafío de afrontar condiciones tan cambiantes, hizo que de todos modos nos sintamos completos.
El apetito de los doradillos mermó y junto a ello las capturas, no así nuestro momento de éxtasis y felicidad. Un habano, un fernet, buenos amigos y como cerrando el telón de otro viaje memorable, ese inigualable atardecer correntino.
Aprovecho para agradecerle a Martín Tagliabue por su grata companía y a Fernando "el gallego" González Vicens por su perseverancia, los conocimientos transmitidos y el servicio 5 estrellas brindado.
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